El realismo literario interpretado como calumnia
Después del romanticismo nace el realismo literario y junto con este género, todos los problemas de correcta interpretación para los creadores, críticos y hacedores de cultura y literatura.
Tal parecería que se trata de una ecuación mortal: mientras más profesional, creíble y apegado a un realismo bárbaro a la descripción de unas anécdotas o hechos imaginarios, la crónica literaria se presta a más confusas elucubraciones.
La confusión está a la orden del día, surge un entrechocar de olas entre la verguenza y el caos que produce todo lo que se describe en un trabajo que todo el mundo sabe que es literatura y no periodismo o historia.
Tratar de colocar una distancia entre la historia personal del autor y su obra es una labor interminable, porque se mantiene la férrea convicción de que para conocer a alguien basta con leer lo que esa persona ha escrito.
El realismo literario por muy despersonalizado que sea y aún usando un nombre de pluma, se cae en picada, cuando las diferentes escuelas de interpretación literaria, se limitan a definir y afirmar que todo ese esfuerzo literario de investigación, de constantes lecturas y relecturas, entrevistas y luego de mezclarlo todo con la imaginación sigue siendo una obra literaria con una fuerte carga autobiográfica o completamente autobiográfica a manera de confesión personal.
Más que un galimatías o una estéril discusión bizantina, tales argumentos parecerían tener la finalidad de calumniar al autor literario, acusándolo indirectamente de usar la literatura para distorsionar la realidad y en el peor de los casos para manchar el nombre y la reputación de algún sitio, de una institución o grupo de personas.
El realismo literario parecería así una contradicción entre lo que es aparentemente real y lo que es puramente literario.
Una obra literaria autobiográfica dentro de género del realismo no despierta tantas suspicacias como otra que no se mueve alrededor de la vida personal del propio autor ya sea que use un alter ego, o que la firme con un nombre de pluma o seudónimo. Ese vendría ser el drama y paradoja de una novela que se ambienta fuera del eje personal y privado del autor, de lo que hace, dice o piensa..
Incluso las suspicacias y elucubraciones llegan a tales extremos de paranóia intelectual cuando dentro del mismo trabajo literario hay más de una docena de personajes y en tales casos se llega a afirmar que en cada uno de esos personajes muy profesionalmente definidos ya por el tipo de diálogo y por sus descripciones personales y perfiles sicológicos, pues, también habita la sombra o pervive la huella de la experiencia personal del propio autor lo que muchas veces causa verdaderos desbarajustes en la vida personal, familiar y privada de los escritores que se ven arrastrados a interminables y onerosos pleitos legales y juicios por demás irresponsables y absurdos.
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